Hernán Narbona Véliz, Poeta y Escritor chileno. Administrador Público, Licenciado en Relaciones Internacionales, Columnista de diversos medios, miembro de Periodistas Frente a la Corrupción. Miembro del Capítulo Chileno del Defensor del Pueblo que impulsa el Ombudsman en Chile. Dio sus primeros pasos en el periodismo en 1970, año en que ingresa a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile en Valparaíso, integrando el Comando de Prensa de la Unidad Popular. Durante 20 años de vida académica y como profesional independiente, recorrió toda la región americana y desde el 2002 se ha reincorporado al Servicio Público, actualmente como directivo en las Aduanas de Atacama.
   
  POETA HERNÁN NARBONA VELIZ
  Poemas de Amor
 

EXTRAÑA

Lo que te digo ahora
no lo habré dicho nunca.
Mi timidez conspira,
se esconde mi palabra.

Me gustas instantánea,
rendida en nuevas playas.
Me gustas impetuosa,
fragante, enmarañada,
desnuda y extasiada.

Me gustas glamorosa,
resguardada en las hebras,
tejedora del alba.
en tus despeinados ojos
intuyo una cascada.
Adivino un orgasmo
en tus blondas pestañas.

Me gustas puritana,
que en beso se desarma,
rasgada por intrusas
luciérnagas paganas.

Me gustas libertaria,
indómita, salvaje.
Me gustas con tus velos,
con tus muslos en llamas.
Me gustas victoriosa
y mis fuegos desatas.

Me gustas y tu copa
el minuto derrama.
En tus tersas caderas
no he de hallar yo la calma.

Me gustas intangible,
efímera campana.
Me gustas y me espina
el adiós de tu palma.
Me gustas coloquial
y ajena a mí te escapas,
se diluye tu risa
en esquinas de grapa.

lo que te dije ahora
jamás te lo habré dicho.
Lo guardo como dardo
que rompe madrugadas.

Me gustas, mas te alejas
y cae mi palabra.



LA PIEL ES UN PAISAJE


Cúbreme con tu mantón
que traigo frío.
Invítame un pellizco de tu almohada.
Conduce mis ojos hacia el sueño.

Fue larga la jornada y he pensado
cuán poco tiempo paso yo a tu lado.

¿Acaso nuestra piel es un paisaje?
¿Enmarcado en las horas, promisorio de soles?
¿Bullicioso de agua?

Agitado en la espera
dilapido la vida.
Es tan ínfimo el tiempo
de tu mundo y el mío
que discurro escaparnos
a una dimensión lejana.

Cúbreme con tu mantón.
Luego, exploremos
hasta encontrar la clave
muy dentro nuestro.

Forjemos infranqueable,
sin puentes levadizos,
la alcoba del amor, sus mil jardines.
Cerremos las cortinas.
Dejemos fuera el frío,
las dudas, ansiedades, desatinos.

Vayamos al rescate
de la ecuación más íntima:
multipliquemos tu paz por mi tormenta,
en tu ánfora tibia haz que florezca.


HORA DE ALMUERZO


Declaro esta instancia del amor
mi fundamento,
rescato el amor de los canastos
y aplaudo
las vetas sensuales del amarte.

Cuando voy contigo a la feria,
temiendo los ajíes, pero deseándolos,
eligiendo el perejil y el cilantro,
oxigenándonos el alma con los llantos
de las valencianas nuevas,
probando, pellizcando,
colocando aretes de guindas
en tu pelo anárquico,
besándonos con el disimulo
de jugosos duraznos,
por sandías caladas el vientre clamando,
descubriendo en la semilla de los melones
caribeño espacio,
regateando, por gusto, el racimo anhelado,
¡le vamos poniendo aromas
a la vida autodidacta!

Cuando trémulo presencio
la preparación de los mariscales,
o practico mi gimnasia única
en pesados bolsones
de la papa chilota indispensable,
estoy en la antesala cotidiana
del amor no teorizado,
del deber prehistórico de vivir
y reproducirnos…

Por eso aplaudo
las vetas sensuales del amarte.
Por eso cocino contigo, sin quejarme,
cebollas, tomates y mis infaltables ajos.
En aromas de albahaca, los pasteles de choclo
me gritan que existo
como hombre americano,
que florece en lo propio
cuando llega el verano.

Amarte es por eso,
una mesa dispuesta,
la ensalada, el vinagre,
es el pan que nos une con su mágica estera.
¡Vivan, amor, la gracia que prodigas
en la mesa modesta!
¡el aroma, el aliño y el vino,
antejardines de todo mi espíritu!

Algún día ese espíritu,
ya sin dientes ni muelas,
extrañará el embrujo terreno
de almorzar charquicán en enero.


PELUCHE DE AMOR

Osito peluche, tan tuyo y tan mío,
que en medio de penas, podías besar.
Amigo de siempre, recostado inquieto
en el lecho verde, tiene esas palabras
que en la despedida hubo que callar.

Mocoso peluche, recogió el calor
de tu cuerpo encinta,
y en su cara simple acunó algún llanto
que, sola en tu cuarto, nadie más oyó.

Osito peluche, palpitante osezno,
hermano del hijo que sientes crecer,
tú lo cuidas ¿cierto?
con tus ojos dulces de vidrio o carey.

Amigo peluche, en un diez de junio
te vi yo nacer:
desde una vidriera saltaste a sus brazos
mensajero tibio de una gran pasión.

Hoy cumplo con algo
que un día de estrellas yo te prometí:
viene un hermanito, en alas de junio,
viene con su paz.
tú, demás lo sabes, lo has visto crecer,
dentro de mamita, inquieto y en fe…

cuídalo tú, osito, que el día que nazca
no podré allí estar.
Cuídame a mamita, dale tu amistad,
yo sé que contigo, menos sola está.

Ahora que un niño tendrás que cuidar,
sentirás, osito, ser mayor de edad.

VIVIDOR

Si la Muerte me intima
a seguirla algún día,
yo la haré concubina
con cuatro anclas tendidas.

Esgrimiendo una rosa,
un poema y un lirio,
he de arar sus desiertos
escarbándole vida.

Y tras soles marchitos,
distraída en mi risa,
la veré derretirse,
desvirgada y rendida.

Mas, sabiendo que al cabo
ganará la partida,
procuraré que me extrañe
cuando vague perdida.

En su estero de luna,
solterona aterida,
de mi tacto insolente
quedará poseída.


SECRETO

En fugaz e inocente micropausa
mis hilos de audacia te incautaron.
Un café nos excusó con piel de trópico
hasta quebrar los hielos inventados.

Recreando sensaciones de novatos,
un “me gustás” deslicé en la servilleta
y como encaje amistoso lo guardaste
entre eruditos textos de Política.
Esas Ciencias Políticas constantes
se tiñeron de soplo celestino,
orientando tras largos aspavientos
los mástiles atrevidos del romance.

Cochabamba tuvo dejos de guerrilla.
El Pacífico auguró cooperaciones.
Lima nos cantó del mestizaje.
Palermo nos guiñó su alojamiento.
Mientras de Morgenthau
la moral del poder memorizábamos,
nuestro poder la moral iba flanqueando
en conquista de clandestino espacio.

Desplegamos la piel como un teorema,
planisferio sensual, descubrimiento,
plagios de entregas, dos insensatos,
con dos silencios marcando el paso.
Lúdica tregua, qué gran examen
el que rendimos entrelazados.
Diálogo franco que atesoramos
en cada beso que nos brindamos.

Hasta que pronto, disimulados,
cautos cientistas de grueso marco,
fuimos pañuelos que se estamparon
desde Retiro hasta mis patios.
Pétreas mejillas del Aconcagua
fueron vasijas de confidencia
y la misma nieve, escrupulosa,
tendió amnistías a mi conciencia.

Así, extraviado, quedó el secreto.
Ni puritanos ni desalmados,
sólo un maduro trepar de vides
en reincidencias adolescentes.

ANTIPOEMA DE AMOR

Cuántas fantasías
evolucioné,
sudoroso,
luchando con
las rodillas apretadas
de Edelmira.

Hasta alcanzar, locuaz,
grotesco
o cibernético,
su casto jeroglífico.

Hasta ascender,
ilusionado,
el penúltimo camino,
esgrimiendo los besos más furtivos.

Hasta quedar,
pétreo y mordido,
suplicando
conclusión del compromiso.

Porque ella,
mi Edelmira enamorada,
prisionera
de atavismos ancestrales,
en algún estoico
aliento
victoriano,
censuró
mis embestidas alocadas…

Virginalísima
Edelmira apasionada,
con la organza crepitante
en clarines constreñidos,
esquivó
mis estocadas bizantinas,
alejándose
tras hosca despedida.

Y fue así,
con Edelmira acalorada,
que aprendí,
vía orgullo macerado,
y en escandaloso
latín languidecido, el punzante significado
del:
“coitum interruptus”.

ROMANCE MARINO

Caminaste, sirena, por mi alcoba,
con pies de plata, curvilínea y sobria.
No había en tus párpados artificios,
cubrían tus pechos púdicas gracilarias.
frente a mujeres de voluptuoso talle
traías la ventaja del silencio.

Posaste para mí tu desnudez exclusiva.
Aspiré tu aura de corales,
intenté retener tus ojos milenarios.
No pude tocarte,
apenas si musité cuatro requiebros.
La seducción fue mental:
por tus pestañas vibraba el clímax
de un acuoso hemisferio violentado.

Te deseé sin tapujos.
Con escalofríos te pensé a mis anchas,
quise fertilizar tu vientre de pez, mutar hacia tus misterios polares,
ser concubino de esos senos formales.

Busqué la Atlántida hasta aprender tu idioma.
Me habló de espumas y garcias
tu blonda imagen.
Te quejaste nostálgica del acero,
desatino de torpe ribereño.

Posabas para mí tu desnudez exclusiva,
me permitías memorizar cada milímetro,
pero, al fin y al cabo, humano,
busqué de prisa mi cámara fotográfica
para archivar en mi vanidoteca
la conquista del siglo…
Se escurrió en un instante el mito.
Volviste presurosa a la musicalidad ahogada
de un caracol marino.

Entonces, el mar, celoso,
con su bofetada fría y su resaca
se llevó mis sueños y mi soberbia machista.
Las carcajadas mundanas anunciaron
que, disgustada, te habías llevado
mi pantalón de baño.
 
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